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Golpeados por la oleada de COVID, los hospitales admiten a más pacientes de los que pueden dar de alta

Healthcare workers in protective gear surround a hospital bed
Médicos y enfermeras tratan a un paciente de COVID-19 en un ala improvisada de cuidados intensivos en el Centro Médico Harbor-UCLA en Torrance. El diluvio de pacientes ha hecho que el trabajo de los planificadores de altas hospitalarias sea más complicado.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

La paciente necesitaba un ventilador o moriría. El hospital quería darle el alta, pero no había ningún lugar al que pudiera ir.

Como la oleada de infecciones por coronavirus creó una aterradora escasez de camas de hospital en todo el sur de California, la planificadora de altas Érika Gómez se enfrentó a un dilema. Necesitaba trasladar a la mujer, una paciente de neurología, de la forma más segura posible, y al mismo tiempo liberar una cama crítica en el Centro Nacional de Rehabilitación de Rancho Los Amigos.

Durante las dos semanas siguientes, Gómez se dirigió a 126 centros de salud de cuidados menos críticos y de vida congregacional en el condado de Los Ángeles, en busca de una cama y un ventilador. Aunque algunos consideraron cuidar a la mujer, todos dijeron que no. Su seguro no pagaría lo suficiente.

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Finalmente, un hogar residencial con el que Gómez tenía una buena relación aceptó ayudar. Llevaría a la mujer y le prestaría un ventilador.

Días antes, Rancho Los Amigos - que está recibiendo pacientes de los otros tres hospitales públicos del condado para ayudar a aligerar su carga - casi había alcanzado su capacidad. Incluso con las altas, era como tratar de salvar al Titanic de hundirse.

El trabajo de los planificadores de altas nunca ha sido más crítico que en este momento, ya que tratan de liberar camas en hospitales peligrosamente llenos enfrentando un diluvio de pacientes de COVID-19.

Para algunos pacientes y sus familias puede sentirse como un desalojo. Pero para la gente del otro lado de la batalla contra una pandemia implacable, se trata de salvar vidas y evitar que se derrumbe el precario sistema de salud.

“Estamos trabajando tan rápido como podemos”, dijo Gómez. “La administración se está preguntando, ‘Bueno, ¿cuáles son sus esfuerzos? ¿Qué están haciendo ahora para dar de alta a los pacientes más pronto?’”

Healthcare workers in scrubs and masks in a hospital hallway
Los planificadores de altas hospitalarias deben hacer malabares con las preferencias familiares, los planes de salud y las restricciones de admisión en las residencias de ancianos mientras intentan liberar camas.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

Cada día es como un rompecabezas, con los planificadores de alta tratando de averiguar dónde acomodar a los pacientes. Hay hogares de ancianos que sufren escasez de personal o que están cerrados. Pacientes que se niegan a ser trasladados o cuyas familias están preocupadas de no recibir el cuidado que necesitan en otro lugar. Planes de salud que no aprueban el traslado de un paciente a una agencia que no contratan.

“Si hay otro lugar al que puedan ir, debemos dejar que el paciente se traslade a esa otra cama... porque hay alguien más que se está muriendo ahora mismo y necesita el espacio”, dijo Suzette Shields, supervisora de trabajo social clínico en el Centro Médico Harbor-UCLA.

En el condado de Los Ángeles, las hospitalizaciones se han estabilizado en un número elevado, que oscila entre 7.900 y 8.100 de lunes a jueves. Pero los funcionarios han advertido que el nivel de hospitalizaciones es insostenible, lo que lleva a una escasez de ambulancias y obliga a los pacientes a esperar horas para que se abran camas.

Los cuatro hospitales públicos del condado, que incluyen el Rancho Los Amigos, así como otros hospitales del sur de California, podrían racionar pronto la atención médica debido a la escasez de recursos.

En una conferencia de prensa el viernes, Carmela Coyle, directora ejecutiva de la Asociación de Hospitales de California, dijo que los hospitales están luchando por dar de alta a los pacientes en centros de enfermería especializada, atención médica domiciliaria y otros lugares fuera de los hospitales.

Citó algunos condados que aprobaron prohibiciones para que los centros de enfermería especializada acepten pacientes de hospitales debido a la preocupación por la propagación de COVID-19. Algunas de esas prohibiciones todavía existen en muchos lugares, señaló.

“Realmente necesitamos ayuda. Se requiere una válvula de escape”, manifestó. “Tenemos ambulancias que siguen llegando a los hospitales, dejando a los pacientes con necesidades de cuidados intensivos. Y aún así, nos encontramos con desafíos para dar de alta a los pacientes a otras partes del sistema de salud cuando ya no precisan esos cuidados agudos, y eso está creando un cuello de botella”.

A nurse checks notes written on a windowpane on a patient's door
“Estoy haciendo todo lo posible para dar de alta constantemente, porque sé que hay otras personas que necesitan la cama y que están realmente enfermas” expuso un planificador de altas en el Centro Médico Harbor-UCLA. Arriba, un enfermero de Harbor-UCLA revisa las notas en una ventana.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

La Dra. Christina Ghaly, directora de servicios de salud del condado de Los Ángeles, dijo el martes que, dentro del Departamento de Servicios de Salud, cerca del 10% de los pacientes internos ya no necesitaban un nivel de atención hospitalaria aguda.

Charmaine Dorsey, directora de los Servicios de Apoyo Social y al Paciente del departamento, dijo que hay cerca de 100 pacientes esperando ser dados de alta en los cuatro hospitales públicos del condado. Pero ha sido una tarea frustrante moverlos y liberar sus camas.

Se pidió a los planes de salud que ayudaran a reducir las barreras administrativas, relató Dorsey, “sin embargo, se nos siguen negando las autorizaciones y experimentamos mayores retrasos en la obtención de las mismas”.

“Ahora estamos en una crisis en la que si encontramos un lugar, necesitamos que el plan de salud diga: ‘Adelante, envíen al paciente, deben sacarlo de su cama y ponerlo en el nivel de atención adecuado’”, dijo Dorsey. “Planes de salud, ayúdennos. No lo nieguen”.

La semana pasada en Rancho Los Amigos, el número de pacientes de Gómez se duplicó hasta los 20.

Pasó un día trabajando en una colocación para una mujer que había estado en el hospital durante dos semanas, solo para que su familia rechazara el traslado. (La ley estatal prohíbe el traslado de un paciente a menos que la persona esté de acuerdo con la colocación).

Los familiares de la paciente pidieron que la trasladaran a una instalación específica que tenían en mente, que estaba cerrada por el COVID-19. Más tarde presentaron una apelación a través de Medicare. Después de que la apelación fuera denegada el miércoles, Gómez se quedó hasta tarde para hablar con la familia, que finalmente aceptó el alta esa noche.

Incluso antes de la pandemia, los planificadores de altas en todo el estado se enfrentaron a dificultades para encontrar una colocación para los pacientes que no contaban con seguro, que no tenían hogar o que tenían problemas de salud, por nombrar algunos.

Los trabajadores pasan días haciendo remisiones y llamando a residencias, centros de enfermería especializada y hogares de ancianos para tratar de encontrar el lugar adecuado.

Hasta el jueves, el día más reciente del que se dispone de datos completos, había 21.855 pacientes positivos hospitalizados en California, con 4.812 en cuidados intensivos.

Coyle hizo un llamamiento a los gobiernos de los condados y del estado para que ayuden a los hospitales en la transición de los pacientes fuera de los nosocomios, especialmente en las áreas más afectadas del Valle de San Joaquín y el sur de California. Dijo que esto será particularmente importante en los próximos 10 días, cuando anticipa que la oleada llegará a su peor momento.

En el condado de Orange, Angélica Rojas, cuyo marido había pasado cerca de un mes en la unidad de cuidados intensivos del Providence St. Jude Medical Center, se preocupó cuando le dijeron en diciembre que su esposo podría ser trasladado.

“Me dijeron que hay tantos pacientes, que están tratando de liberar camas”, dijo Rojas. Pero le preocupaba que su esposo se enfermara de nuevo y posiblemente tuviera una recaída. “Mi marido aún no está fuera de peligro”.

Dijo que se sintió aliviada al saber que su esposo se mudaría a la unidad de rehabilitación de Providence St. Jude en los próximos días, en lugar de a un hospital diferente.

Hablando en general sobre los casos de los pacientes, Roslyn Ausina, directora de gestión de casos en Providence St. Jude, expuso que a menudo se habla mucho con las familias sobre los posibles traslados fuera del hospital.

Con un mayor volumen de pacientes en la sala de emergencias, siempre hay alguien listo para ir a la cama de al lado.

“Durante esta pandemia, entendemos la necesidad de aumentar la capacidad. Al mismo tiempo, debemos abordar las dificultades del alta, asegurando siempre el nivel de atención adecuado en el momento y lugar correctos”, dijo Ausina. “La prioridad número uno es que los pacientes vayan a un sitio seguro para curarse y recuperarse”.

Es un equilibrio delicado y uno que Maritza Sandoval, planificadora de altas en Harbor-UCLA, conoce bien.

En un caso reciente, los miembros de una familia no querían que su ser querido fuera trasladado del hospital y amenazaron con llamar a su abogado.

Los hijos querían a su madre en un hospital de rehabilitación específico, pero los terapeutas del hospital no creían que ella fuera elegible para ese cuidado.

En una llamada con el hijo de la mujer, Sandoval lo puso todo sobre la mesa.

“Lo siento; estoy siendo honesta con usted, necesitamos las camas”, dijo. “Tenemos mucha gente esperando en nuestra sala de emergencias. Su madre ya no está enferma... deberíamos estar agradecidos por eso”.

Darle el alta a su madre significaba que alguien podía tomar su cama.

Afortunadamente, dijo, el hijo de la mujer lo entendió.

“A veces solo debes tener empatía con ellos y decir: ‘Mira, entiendo lo que sientes, sé que tienes miedo’”, expuso Sandoval. “Es trabajar constantemente con las familias y tratar de pensar en otras alternativas con las que se sientan cómodos y esperar que funcionen”.

Sandoval ha tenido casos en los que un paciente tiene el coronavirus y las familias temen que vuelvan a casa porque sienten que no pueden cuidarlos.

Una mujer, que era positiva y estaba lista para ser dada de alta con oxígeno, dijo al personal que estaba demasiado ansiosa por irse. Sandoval la puso en contacto con un trabajador social clínico que la calmó y le dio el alta al día siguiente.

En la sala de emergencias, los planificadores del alta describieron ver camas junto a la entrada de la ambulancia de los pacientes que esperaban ser atendidos. Varias unidades del hospital han sido convertidas para atender a los pacientes.

“¿Qué pasa si se trata de un ser querido de alguien que acaba de tener un ataque al corazón y que no tiene nada que ver con COVID, pero que ahora no puede entrar en la sala de emergencias porque no tenemos cama?” preguntó Shields.

El 7 de diciembre, 51 pacientes con COVID-19 estaban en Harbor-UCLA, con 18 en la UCI. El jueves, ese número era de 164, con 52 en la UCI. (Para el viernes, el número de pacientes con el coronavirus había aumentado a 171).

La planificadora de altas Yesica López cruzó los dedos el jueves para poder dar de alta al menos a un paciente y así poder liberar una cama.

Desafortunadamente, Sandoval dijo que no preveía dar de alta a nadie ese día.

En los casi 14 años que Sandoval ha trabajado en el hospital, nunca ha sentido tanta presión como ahora.

“Todos los ojos están puestos en nosotros”, dijo Sandoval. “Hago todo lo posible para dar el alta constantemente, porque sé que hay otras personas que necesitan la cama y que están muy enfermas”.

La escritora del Times, Soumya Karlamangla, contribuyó a este informe.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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