Biden y el presidente de México están muy distanciados en materia de energía, pero el desafío migratorio podría dejar de lado esa cuestión
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MEXICO CITY — Desde que asumió el cargo en 2018, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha reactivado plantas de carbón, detenido nuevos proyectos de energía renovable y desestimado los parques eólicos como feos “ventiladores” que ensucian el paisaje. Como parte de su búsqueda de la “soberanía energética”, ha gastado miles de millones en la construcción de una refinería de petróleo de propiedad estatal y ha impulsado una legislación que obligaría a la compañía eléctrica de México a tomar más energía de las plantas estatales, que se alimentan en gran medida de petróleo crudo y carbón.
Las políticas energéticas de López Obrador no podrían ser más diferentes de las del presidente Biden, que ha impulsado inversiones históricas en energías limpias y está tratando de destetar a la nación y al mundo de los combustibles fósiles.
Pero cuando los dos líderes se reúnan en persona por primera vez como presidentes el jueves en Washington, Biden podría no estar en condiciones de presionar a su homólogo para que aborde el cambio climático, por muy central que sea en su agenda. Eso es porque Biden necesita desesperadamente la cooperación de López Obrador para reducir la migración a Estados Unidos, que se ha convertido en un reto recurrente para su administración.
Estados Unidos y México están en las etapas finales de la negociación del restablecimiento del llamado programa “Permanecer en México”, bajo el cual los migrantes que buscan asilo son alojados en campamentos en el lado sur de la frontera de los dos países mientras esperan los procedimientos de inmigración.
“Biden no quiere problemas con México porque lo que realmente le importa es la migración, y necesita asegurarse de que México siga cooperando en el frente migratorio”, dijo Pamela Starr, profesora de relaciones internacionales en la Universidad del Sur de California que ha asesorado a diplomáticos de ambos países en el pasado. “No quiere llamar la atención a México”.
La política energética y la migración son sólo dos de los temas más recurrentes y espinosos que enfrentan López Obrador y Biden al reunirse en la Casa Blanca como parte de la Cumbre de Líderes de América del Norte, a la que también asiste el primer ministro canadiense Justin Trudeau. El presidente Trump no convocó una reunión de los tres países -a veces conocidos como los “tres amigos”- durante sus cuatro años de mandato, pero Biden ha tratado de rejuvenecer las relaciones diplomáticas desde que asumió el cargo.
Aunque López Obrador, al que se suele referir por sus iniciales AMLO, y Biden se consideran ambos de izquierda económica, sus políticas divergen de ahí.
Biden ha tratado de restablecer a EE. UU como líder internacional y ha buscado restaurar un cierto decoro en el cargo más alto de su país, prometiendo “hacer que Estados Unidos sea respetado de nuevo”.
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López Obrador, sin embargo, puede ser tan provocativo como Trump, chocando públicamente con periodistas, feministas y cualquiera que lo critique. Ha priorizado su agenda doméstica sobre los asuntos internacionales, saliendo de México sólo dos veces antes del viaje de esta semana a Washington.
De forma similar a las frecuentes controversias de Trump contra el “estado profundo”, López Obrador se ha retratado como un campeón del pueblo enfrentado a la “mafia del poder”. El presidente mexicano también ha dejado de lado las normas y ha socavado los controles de su poder, medidas que, según los críticos, han debilitado la democracia mexicana.
“Tiene una visión del mundo muy particular, y no creo que se alinee con el presidente Biden”, dijo Ben Rohrbaugh, ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Obama, que trabajó en temas fronterizos con México. “Sospecho que no coincidirán en muchas cosas”.
Uno de los contrastes más agudos es el de la energía. López Obrador creció en el estado de Tabasco, rico en petróleo, y siente nostalgia por una época en la que la compañía petrolera estatal Pemex impulsaba el crecimiento económico nacional. Sus políticas han intentado revertir una reforma constitucional instituida en 2013 por su predecesor que abrió la puerta a una mayor participación extranjera en la economía mexicana al acabar con los monopolios estatales.
Estas acciones han frenado el sector de las energías renovables en México porque ha dependido en gran medida de la financiación de las empresas extranjeras, mismas que están siendo atacadas por el gobierno de López Obrador. Mientras tanto, las empresas energéticas estatales de México, que dependen en gran medida del carbón y el petróleo, siguen adelante.
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Los ecologistas advierten que el abrazo sin paliativos de López Obrador a los combustibles fósiles hará imposible que México cumpla sus compromisos de reducción de emisiones en el marco del acuerdo climático de París. Varios funcionarios estadounidenses han acusado a las políticas energéticas de AMLO de favorecer injustamente a las empresas estatales de México.
Lisa Viscidi, experta en energía del centro de estudios estadounidense Diálogo Interamericano, dijo que es improbable cualquier tipo de acuerdo en ese renglón.
“La administración Trump antes y la administración Biden durante el último año, han criticado tanto en conversaciones privadas como en público, la dirección que están tomando las cosas en materia de política energética”, dijo Viscidi. “Y [López Obrador] no hace más que atrincherarse más y más en la consolidación de esta política. Hasta ahora, no parece tener ningún efecto”.
López Obrador dijo en una conferencia de prensa el miércoles que defendería sus políticas energéticas ante Biden y Trudeau si son cuestionadas por ellos.
“Es muy sencillo”, dijo. “Lo que queremos es que se mantenga el precio de la electricidad y que se acaben los abusos de las empresas privadas”.
Además de la política energética y el cambio climático, se espera que los tres líderes discutan la respuesta al COVID-19, la competitividad regional y la migración. López Obrador ha indicado que presionará a Estados Unidos y Canadá para que ofrezcan más visados de trabajo a los trabajadores agrícolas mexicanos.
Biden probablemente seguirá presionando a México para que haga más por ayudar a EE. UU a responder a la afluencia de migrantes en la frontera entre los dos países.
Biden prometió pasar la página de las duras políticas migratorias de Trump, pero también ha dejado en pie muchas políticas de la era Trump.
Su administración sigue aplicando el Título 42, una ley que permite a los funcionarios estadounidenses prohibir la entrada de migrantes a Estados Unidos durante una crisis de salud pública, como la pandemia de COVID-19. Y aunque Biden abandonó la política de Permanecer en México, un juez federal le ordenó que la reiniciara.
El gobierno de Biden dijo en una presentación judicial esta semana que está preparado para aplicar la norma una vez que México “tome una decisión independiente” de aceptar a los migrantes que están a la espera de los procedimientos de inmigración.
Los dos países han “hecho progresos significativos y están cerca de finalizar las discusiones”, pero hay “un conjunto de cuestiones pendientes que deben ser resueltas”, dijo la administración Biden en la presentación. Las autoridades mexicanas han dicho en el pasado que sólo aceptarían el regreso de los migrantes a su país si se les garantiza el acceso a abogados.
La reunión entre Biden y López Obrador se produce en medio de tensas conversaciones entre las dos naciones sobre la cooperación en materia de seguridad, en particular la dirigida a los cárteles de la droga. Las autoridades mexicanas y estadounidenses han cooperado durante años en este tipo de asuntos, pero su relación llegó a un punto de ruptura con la detención en 2020 del general retirado Salvador Cienfuegos por cargos de narcotráfico en el aeropuerto internacional de Los Ángeles.
Tras una intensa presión por parte de los diplomáticos mexicanos, se retiraron los cargos contra Cienfuegos, que había pasado seis años como ministro de Defensa de México, y se le permitió regresar a su país. López Obrador anunció rápidamente que Cienfuegos no se enfrentaría a cargos en México y acusó a la Agencia Antidroga de Estados Unidos de fabricar el caso contra él. Su partido impulsó una nueva ley de seguridad que desde entonces ha limitado las operaciones antidroga de Estados Unidos en México.
Al mismo tiempo, López Obrador ha impulsado la revisión de un acuerdo bilateral multimillonario conocido como Iniciativa Mérida, un esfuerzo conjunto de 13 años para luchar contra el narcotráfico, compartir inteligencia militar y mejorar los organismos judiciales y policiales de México. En el marco de este acuerdo, el gobierno de Estados Unidos proporcionó a México helicópteros, aviones y equipos mientras los países centraban su atención en la persecución de los líderes de los cárteles de la droga.
Pero esa estrategia no logró reducir la cantidad de drogas que cruzan la frontera y provocó niveles récord de homicidios y secuestros en México. López Obrador ha dicho que esa política contribuyó a convertir a México en un “cementerio”.
Las autoridades estadounidenses y mexicanas están negociando un nuevo acuerdo. Estados Unidos ha prometido que se centrará menos en fortificar al ejército mexicano y más en un enfoque “holístico” de la seguridad pública, uno que apunte a los traficantes de armas y a sus redes financieras, al tiempo que invierte en programas de tratamiento contra las drogas.
Linthicum informó desde Ciudad de México y Megerian desde Washington.
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