Marisoul: el alma de la nueva música latina en L.A.
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Los Ángeles — Para Marisol Hernández, más conocida como Marisoul, todo empezó en la Placita Olvera, lugar en el que se conocieron sus padres (él era vendedor de artesanías, ella era una cantante aficionada de cumbias) y en el que ella misma desarrolló sus talentos musicales durante los fines de semana de la adolescencia.
Pero, como se lo contó a HOY la vocalista nacida en Los Ángeles hace 35 años, el hecho que la encaminó en los terrenos del canto se dio en Morelos, estado mexicano al que llegó a los 11 años de edad al lado de su madre, quien se había divorciado ya de su padre y se acababa de casar con otro hombre.
“Yo no hablaba bien el español en ese momento y fue difícil adaptarme a esa vida de pueblo, donde me mandaban en la mañana por las tortillas e ibas al kiosco a estar con tus amigos”, dijo ella durante una visita a nuestra redacción.
“Me refugié en la música, en ver [el programa] ‘Siempre en Domingo’ y en escuchar la radio, hasta que un día descubrí un grupo que tocaba en bodas y quinceañeras ensayando cerca de mi casa”, recordó. “Después de escucharme cantar una canción de Selena, me invitaron a hacer lo mismo en un baile, pero cuando mi padrastro -que era taxista- se enteró, me dijo: “¿Cómo se te ocurre? ¡Van a pensar que eres una cualquiera!’.”
Al ser invitada de nuevo por ese grupo, Marisoul tuvo que someterse a toda clase de exigencias por parte de su padrastro, como lavarle el coche y otros quehaceres; pero el día mismo del evento, el mismo hombre le prohibió asistir. Y ella, que nunca había sido rebelde, decidió ir de todos modos, mientras este se enfrascaba en una fuerte discusión con su madre.
“Cuando regresé, mi mamá estaba quemando las cortinas, los trastes; todo. Hasta mis fotos de chiquita, que nunca pude recuperar”, precisó la cantante con un dejo de nostalgia. “Me dijo: ‘Si quieres ser artista, volvamos a Estados Unidos’. Y eso fue lo que hicimos al lado de mi hermano, mi hermanita y yo”.
De un modo u otro, regresar a L.A. fue una bendición para ella, aunque en lugar de mandarla a una escuela de música, sus padres la llevaron a aprender lo que buscaba en la Olvera, al lado de músicos experimentados que tocaban por allí.
“Eran señores mayores y muy machistas, pero siempre me apoyaron, quizás porque era hija de mi papá”, dijo. “Me obligaron a cantar fuerte para que la gente pudiera escucharme en un lugar como ese. Nunca aprendí técnica de manera formal, y eso hizo que luego de las primeras presentaciones con La Santa Cecilia terminara siempre cruda y afónica”.
Con el paso del tiempo y el aumento de la fama de este mismo grupo, Marisoul empezó a cuidarse mucho más, hasta el punto de ser considerada ahora como una de las mejores cantantes de la escena local, sin distinciones de estilo, pese a que La Santa Cecilia tiene letras mayormente en español y muchas fusiones con ritmos latinos.
Hay otro aporte importante de esta muchacha para la cultura latina que se cocina en el Sur de California: sus coloridas y extravagantes vestimentas, que ella misma modifica a veces armada de una pistola de ‘resistón’, porque no es muy inclinada a la costura.
“Cuando empecé en la música como parte de un grupo de puro rock, estaba llena de complejos; que el blanco te hace ver más gorda, que el rojo no le queda bien a las morenas, que no debes mostrar tus brazos… Me guiaba por el ‘fashion’ que se le imponía a las mujeres más llenitas”, admitió.
“Luego, al crear La Santa Cecilia, me di cuenta de que estos cueros iban a terminar envejeciendo, por lo que decidí volverme libre para vestirme como se me diera la rechin... gana”, agregó con una risa la cantante, quien se inspiró para ello en el desparpajo de artistas como Astrid Hadad, Annie Lennox y Gloria Trevi, pero también en el estilo de los ‘50 de Lola Beltrán y Angélica María, lo que dio como resultado un estilo personal que define como “medio retro, medio mexicano y medio loco”.
Finalmente, es imposible dejar de mencionar lo que tanto ella como La Santa Cecilia han hecho por el activismo, ya que si bien las primeras grabaciones del grupo no tocaban asuntos sociales (iban más por el lado del amor), todo cambió con el lanzamiento de “El Hielo (ICE)”, una pieza que, curiosamente, compusieron bajo inspiración de su acordeonista Pepe Carlos, quien en esos momentos seguía luchando con la falta de ‘papeles’.
“Tuvimos que ir a tocar a México sin él, y esa fue una situación que se prolongó por dos o tres años, aunque ya hemos podido viajar a su lado a presentaciones en Argentina, Colombia y el mismo México, esta vez en el festival de Vive Latino”, recordó Marisoul con orgullo.
“‘El Hielo (ICE)’ llegó tan lejos que nos enseñó la fuerza que pueden tener una melodía y unas palabras con mensaje; y lo importante es que es un tema que vino de un lugar real, porque la gente que mencionamos allí existe”, precisó, para recordar luego el nudo en la garganta que se le hizo al interpretarlo a la entrada del Capitolio de Washington DC ante miles de personas.
Así, la composición le trajo satisfacciones, pero también nuevas responsabilidades. “Fue a la vez bonito, difícil y raro, porque pasamos de ser una banda que experimentaba con estilos e idiomas a una que debía representar a nuestra comunidad”, admitió.
De todos modos, este compromiso no les impide hacer otra clase de canciones, como es el caso de la recién lanzada “I Won’t Cry For You”, que es completamente en inglés y trata sobre una persona “que le quiere decir a otra que ya no quiere estar con ella”.
“Esa es una experiencia que todos compartimos”, afirmó. “Y la música, en este caso, es una mezcla de ‘swing’ de los ‘40 con norteño, marcada por la influencia de [la célebre cantante de jazz] Ella Fitzgerald”.
El siguiente disco de La Santa Cecilia, en el que se incluirá esta pieza, sale en febrero, y antes de su lanzamiento, Marisoul tomará una pausa para recibir a su primer hijo, cuyo nacimiento está calculado para fin de año y que es el producto de su unión libre con Humberto Howard, artista gráfico de la banda. Pero no piensa retirarse por mucho tiempo.
“Estar embarazada no es una forma de discapacidad ni una enfermedad, como quieren creer algunos”, precisó. “Al contrario; estoy llena de vida, y no pararemos hasta la época de las fiestas, cuando la gente anda con su familia. Yo soy ‘pata de perro’, y no soy más feliz que cuando estoy en el escenario”.
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