¿Quiénes son los culpables de todo lo que está pasando alrededor del video de Gerardo Ortíz?
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Los Ángeles — Pese a que se meten frecuentemente en camisa de once varas, la inmensa popularidad de que la gozan muchos cantantes de narcocorridos -sobre todo en tiempos en los que la desconfianza por la institucionalidad ha hecho que un amplio sector de la población mire con buen ojos a los delincuentes organizados- resulta suficiente como para que estos individuos sigan lanzando temas musicales de esta clase y tratando de empujar cada vez más los límites de “lo permitido”.
Y cuando esta clase de artistas se sienten además cobijados por el hecho de vivir en Estados Unidos, donde se dan además el lujo de actuar en escenarios tan prestigiosos como el Microsoft Theatre de LA sin que se les censure tema alguno (a diferencia de lo que sucede en México), las ansias de ser incluso más desafiantes parece verse reforzada, como es el caso actual de Gerardo Ortíz, quien se había puesto ya en la mira de las críticas por la temática de sus canciones -que él mismo compone-, pero que ahora anda metido en un problema más grande.
Sucede que, para acompañar la promoción de “Fuiste mía” (una canción que, curiosamente, presenta una letra romántica que no tiene nada que ver con narcos ni con violencia de ningún tipo), a Ortíz no se le ocurrió una mejor idea que aprobar la realización de un video sumamente explícito en el que se venga de la infidelidad de una voluptuosa mujer matando primero de un tiro en la cabeza al amante de esta y liquidando luego a “la traidora” al quemar el automóvil en el que la encierra luego de secuestrarla y amordazarla.
El video se estrenó a fines de enero, es decir, hace más de dos meses, y hasta hace poco, contaba con 17 millones de visitas. Pero el descontento que fue generando tardó en cocinarse, ya que se inició en las redes sociales y se trasladó luego a la página change.org, que aboga por los derechos humanos, donde más de mil personas firmaron una petición para que fuera retirado de YouTube y de Vevo. El reclamo ha dado sus frutos, porque la obra no se encuentra más en circulación a través de estos medios, por lo que si no lograste verla en su momento, te será difícil hacerlo ahora, al menos de manera completa.
Inicialmente, el cantante se negó a hacer declaraciones al respecto, pero luego de cancelar una conferencia de prensa en Los Ángeles, donde radica, convocó a unos pocos medios para defenderse y decir que “nadie está muerto ni nadie salió maltratado en la filmación”, así como para señalar que su equipo no había recibido “ninguna acusación formal” por el video “que ha causado tantos comentarios en las redes sociales”.
El asunto podría haber terminado ahí, pero lo cierto es que, además de que el mismo intérprete empezó a ver el modo en que sus presentaciones eran canceladas de manera masiva en México -país al que dejó de visitar durante dos años tras la muerte de su primo Ramiro Caro durante un atentado destinado aparentemente a él mismo, y en el que había empezado a girar nuevamente-, el día de hoy se dio a conocer que el fiscal general de Jalisco, Eduardo Almaguer, ha citado a declarar a todas las personas involucradas en la realización del video (incluyendo a Ortíz y a la ahora famosa modelo Tracy Saenz), ya que, en sus palabras, se cometieron “actos ilícitos” en el mismo, como la intervención de fuerzas policiales no autorizadas, el uso de armas de verdad y el empleo de una mansión perteneciente a un sujeto que está en prisión y que estaría vinculado al cartel local Jalisco Nueva Generación.
Hasta antes de conocer esta noticia, sentíamos que, en momentos en los que el país vecino se encuentra inmerso en una ola de crímenes contra las mujeres que no puede ser ignorada (sí, eso es el feminicidio) y que se relaciona de un modo u otro con el narcotráfico, hacer un video de esta clase era algo arriesgado, pero no ilegal ni mucho menos motivo de condena, ya que, como buenos seguidores de las películas de terror y de realismo social que somos, hemos criticado siempre que se quiera culpar a los autores de ficción de los males reales que tratan de retratar.
De hecho, al revisar la página de Facebook de Ortíz, en medio de los comentarios desatinados de rigor, encontramos uno bastante elocuente, escrito por una jovencita llamada Fátima Gomez, quien acusa prácticamente al gobierno de levantar una cortina de humo con esto, “mientras que ellos no hacen nada por mejorar el país. Su gente está muriendo de hambre, está tirada en la calle sin un hogar, mueren por el precio tan elevado de sus medicamentos... Me hubiese gustado ver al gobierno así de duro cuando desaparecieron los 43, o en cualquier otro aspecto más importante a mejorar en su mandato. Pero en lugar de eso, simplemente se dedican a hacerse pend.. con asuntos así”.
Sin embargo, las nuevas revelaciones complican más el tema y dejan un mal sabor de boca, porque si hubo realmente criminales metidos en este asunto, las críticas que se han hecho adquirirían otro significado. En sus declaraciones recientes, Ortíz aseguró que él había contratado a una compañía para hacer el video y que, por lo tanto, no se responsabilizaba de nada más que de su actuación en el mismo; pero muchos de sus colegas se escudan normalmente en explicaciones de esta clase para justificar sus presentaciones en casas de sujetos buscados por la ley, y tal y como van las cosas, podría llegar un momento en el que el uso de este supuesto desconocimiento no sirva ya como excusa legal ni exoneración.
Por otro lado, habría que ver si la corrupción no ha llegado también a las autoridades que se encuentran investigando el caso; no tenemos razón alguna para pensar que así sea en lo que respecta a este caso, pero, como se sabe, las fronteras entre el bien y el mal son cada vez más difusas dentro de la política latinoamericana.
A fin de cuentas, si nos preguntan, todo lo que viene pasando responde a una guerra contra las drogas que debería haberse terminado hace tiempo con la legalización, pero que mientras continúe, seguirá despertando no solo la codicia de quienes busquen aprovecharse de ella, sino también el interés y el morbo natural de una población que no puede cerrar los ojos ante lo que sucede a su alrededor.
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