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¿Fue Donald Trump el segundo triunfador inesperado del Oscar?

A las 9 de la noche del domingo pasado, sentado en la sala de prensa del Oscar, yo ya estaba completamente listo para que el Oscar terminara. El asunto se había extendido por casi cuatro horas, el mundo entero parecía saber el resultado final y, sobre todo, no soportaba seguir escribiendo con la ‘laptop’ sobre las piernas, porque la Academia decidió esta vez que los medios que no pagaron la exorbitante suma exigida para conectarse a la conexión inalámbrica de Internet no tendrían acceso a las mesas aledañas.

Fue justamente entonces cuando se produjo el histórico error que le dio la victoria a “Moonlight” después de habérsela dado y quitado a “La La Land”, y que nos dejó a todos con la boca abierta. Por supuesto, inmediatamente después, empezaron a circular las teorías de la conspiración que hablaban de un acto intencional para llamar la atención, de una venganza de Matt Damon por las constantes burlas del anfitrión Jimmy Kimmel durante la ceremonia y hasta de una misteriosa intervención de Leonardo DiCaprio.

Pero no estoy aquí para hablar de esas tonterías, sino para hacer un comentario sobre una circunstancia que, curiosamente, tuvo dos consecuencias completamente opuestas: brindarle mucha más notoriedad de la que hubiera tenido normalmente a una cinta afroamericana y progresista que pocos parecían haber visto (”Moonlight”) y darle en la yema del gusto a un mandatario anglosajón y racista que no tendría que haber celebrado nada (Donald Trump).

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Y es que si bien casi todos los discursos de agradecimiento evitaron el tema político en desmedro de lo que se esperaba, Kimmel se empeñó a lo largo del evento en hacer bromas que cuestionaban dura pero acertadamente al magnate, el mismo que, por su parte, ha criticado regularmente a Hollywood y a sus representantes por sus preferencias liberales, generando una enemistad de proporciones épicas.

Segundos después de que se produjera el escándalo, sentimos una curiosa (y un tanto malsana) satisfacción por el hecho de que se quitara literalmente de las manos de unos blancos las codiciadas estatuillas doradas para entregárselas a un equipo integrado esencialmente por miembros de la comunidad negra; en momentos como los que vivimos, este parecía un acto de justicia poética o un contraataque inesperado de las causas relevantes, aunque se haya tratado en realidad de una simple-aunque obviamente grave- confusión de sobres, como todo parece indicar.

Sin embargo, inmediatamente después, la alegría que experimentábamos empezó a disiparse ante una imagen mental imborrable: la de un multimillonario que reía a mandíbula batiente ante el bochornoso incidente y que, además de no caer en la trampa de ‘tuitear’ durante el evento pese a las divertidas provocaciones de Kimmel, no usó nunca las redes sociales para referirse al espectáculo y terminó simplemente ofreciendo un comentario al respecto durante una entrevista que dio al día siguiente. Tristemente, parece que el Oscar no tuvo uno, sino dos triunfadores insospechados.

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