Los defensores de la fe siguen de pie, y llegan con refuerzos
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La situación en Judas Priest ha cambiado en pocos meses. Pese a que su más reciente presentación en Los Ángeles -más precisamente, en el Microsoft Theatre de LA Live- encontró todavía a la legendaria banda con una alienación en la que figuraba de algún modo el emblemático guitarrista Glenn Tipton, las cosas lucieron distintas durante el regreso de esta semana al mismo auditorio.
Durante la gira anterior, Tipton, que sufre de Parkinson, solo intervino al final de cada concierto para tocar tres temas; pero en el actual tour, debido a los ingratos avances del mal, él mismo permanece en su casa de Londres, aunque su espíritu y su influencia flotan en el ambiente y su figura aparece claramente en el video que acompaña la interpretación de “Victims of Changes”, un himno incuestionable del heavy metal tradicional.
De ese modo, esta es la primera vez que Priest actúa ya completamente sin ninguno de sus dos guitarristas esenciales, porque el otro, K.K. Downing, se retiró del combo en el 2011. Esto es sin duda un golpe considerable para los fans, pero también uno que no resulta impredecible en vista de que este conjunto lleva 50 años en los escenarios y, obviamente, los años no pasan en vano.
Bajo esas circunstancias, hay que agradecer la posibilidad de tenerlo todavía en acción y sacando discos nuevos, como sucedió en marzo del 2018 con el lanzamiento de “Firepower”, que fue recibido con entusiasmo por los críticos. Además, la alienación presente incluye no solo al vocalista Rob Halford (que es sin duda el integrante más popular), sino también al bajista Ian Hill (miembro estable desde 1969) y al baterista Scott Travis (presente desde 1989).
Desde la salida de Downing, el puesto correspondiente ha estado en manos de Richie Faulkner, un joven británico que está tocando cada vez mejor; y en estos días, Tipton es reemplazado por Andy Sneap, ex integrante de los ‘thraseros’ de Sabbat. Como lo dijimos ya, es impactante no ver a la dupla tradicional haciendo de las suyas en las seis cuerdas, pero sería injusto dejar de reconocer que estos tipos logran reproducir con encomiable fidelidad el sonido logrado por sus antecesores.
Por otro lado, el grupo, que cuenta con una enorme legión latina de admiradores, no se ha mantenido congelado en el tiempo, ya que el repertorio de esta gira ha sido cambiado sustancialmente en comparación al que se hizo hace poco, dándole no solo cabida a cortes nunca interpretados en vivo del “Firepower” (como “Necromancer”, “Spectre” y “Traitors Gate”, que es simplemente monumental), sino también a composiciones antiguas que no se escuchaban desde hace tiempo en la tarima, como “Out in the Cold”, “Starbreaker” y “Steeler”.
Apoyado en una sólida base rítmica y respaldado por una creativa serie de videos y de fondos escénicos relacionados a diferentes etapas de su carrera, Priest sonó con la contundencia y el profesionalismo de siempre, desatando incluso en cierto momento una sesión de ‘slam’ que terminó de manera desafortunada con una pelea en medio del ‘pit’ colocado frente al escenario, pero que fue controlada rápidamente.
Frente a todo esto se encontraba Halford, dueño todavía de una voz portentosa que no parece pertenecerle a alguien de 67 años y que no llega probablemente ahora al nivel de sus mejores épocas, pero que sigue deslumbrando y es todavía capaz de producir los agudos alaridos que le dieron carácter mítico.
La faena entera se abrió horas antes con la participación de Uriah Heep, otra agrupación británica e indudablemente relevante en el plano histórico por su papel como pionera del encuentro entre el rock duro y el progresivo. Medio siglo después de su fundación, la banda solo tiene en sus filas a un miembro original, el guitarrista Mick Box; pero su set de una hora no decepcionó a nadie.
Curiosamente, este grupo no se mantiene tampoco anclado en el pasado, porque si bien su vocalista Bernie Shaw (que está aquí desde 1986) reconoció en las tablas que el sentimiento principal de su segmento iba a ser la nostalgia, el acto incluyó al menos dos piezas del nuevo álbum “Living The Dream”, tituladas “Grazed by Heaven” y “Take Away My Soul”, que podrán sonar mucho más modernas de lo que se puede esperar en estos veteranos rockeros, pero que son muy buenas.
Claro que lo mejor vino más adelante, cuando le tocó el turno a los clásicos de los ’70, empezando por “Sunrise” y siguiendo por “Gypsy”, que es para nosotros la mejor semilla de su cosecha. Después vinieron “Look at Yourself” y “Easy Livin’”, acompañadas ocasionalmente por secciones de improvisación que se fueron haciendo más cortas a medida que se les acababa el turno.
Aunque los impresionantes coros de los viejos tiempos no fueron reproducidos de manera exacta (vamos, Shaw tiene 63 años), el sonido en general fue de lo más compacto y explosivo; los teclados indispensables (interpretados desde 1986 por Phil Lanzon) cumplieron con su cometido; y la audiencia disfrutó mucho con los rápidos solos de Box, quien cumplió los 72 a principios de este mes.
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