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La “Promesa”, una esperanza de vida para los niños abusados en Tijuana

Digamos que su nombre es “Paty” y que apenas cumplió diez años de edad. No es su nombre real, pero es el que ha elegido para hablar, en un intento por preservar su identidad y comenzar a olvidar.

“Paty” fue encontrada en la Zona Norte de la ciudad de Tijuana, México, a unas dos horas de Los Ángeles. Una calle donde se intercala un prostíbulo con un bar. Donde las miradas se postran con gula, sobre niñas de ojos rasgados con falda de colegiala, generalmente originarias del sur del país.

Aunque hay otras como “Paty”, que son escondidas en cuartuchos miserables, porque aún son muy pequeñas para exhibirlas en las calles; para hacerlas pasar por jovencitas de 18 años que se paran en la esquina por su voluntad.

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“Deberían hacer más grande la barda (el muro fronterizo) para que no puedan cruzar los gringos y hacernos todas las cochinadas que nos hacen”, dice con voz dulce, aniñada. Apretando los labios para no llorar y levantando los parpados para desviar la mirada.

La niña fue prostituida por sus propia madre, aunque aún se desconoce a qué edad comenzaron las violaciones. Ahora intenta recobrar su niñez en un albergue llamado La Promesa, donde un par de retirados norteamericanos la han salvado del infierno.

Regreso a México

Las primeras veces que Constance “Connie” Youngkin viajó a Tijuana, lo hizo invitada por su congregación cristiana. Ella trabajaba en un hospital como enfermera en San Diego, así que pocas cosas la impresionaban. Connie estaba acostumbrada al dolor y la muerte.

Pero cuando llego a la Zona Norte de la ciudad, y recorrió a pie los callejones de la colonia Coahuila, su vida cambió: escuchó las desgarradoras historias de mujeres que se dedicaban a la prostitución y en su depresión abusaban de las drogas.

“Mi corazón se fragmentó en mil pedazos, ni siquiera podría explicar lo que vi: mujeres, niños prostituidos y maltratados”, recuerda. La joven enfermera prometió que algún día regresaría a hacer algo más grande, que repartir comida los fines de semana.

Pasarían muchos años. Connie se casó con un patólogo del hospital Mercy, Tyler Youngkin. “Y cuando ya venía nuestra jubilación le dije a Tyler que vendiéramos todo y nos compráramos un condominio cerca de la Playa en México”.

A sus más de sesenta años la pareja se mudó a Tijuana y con sus ahorros y algunas donaciones fundaron la casa hogar “La Promesa”, para niños abusados física y sexualmente en la ciudad fronteriza.

Connie es una norteamericana de cabello rubio, casi transparente y ojos azules. Habla casi a la perfección el español. Me recibe en La Promesa, un hotel que convirtió en casa hogar. La dirección no será revelada con exactitud, pero está situada frente al mar, en Playas de Tijuana desde hace seis años.

Cuenta que aunque el lugar es costoso- actualmente gastan unos 25 mil dólares mensuales- están afiliados a la organización La Promesa de los Niños Internacional (Children´s Prommise International). La organización tiene sede en Ohio.

“Entonces la gente manda sus cheques a Ohio y se designa especialmente a la casa de Tijuana. Nos envían el cien por ciento de lo que recaudan. Y mi esposo y yo tenemos los ingresos del fondo de retiro de nuestros trabajos y la seguridad social así que no necesitamos dinero, entonces el cien por ciento del dinero que llega se va directamente a la casa hogar”, explica.

La Promesa

La Promesa está situado frete al Océano Pacífico y muy cerca del muro de metal que separa México de Estados Unidos. Es una casa muy grande de cuartos blancos con ventanales de vidrio. En el centro hay un patio donde todos los días confluyen más de 60 niños que llaman “Mamá” a Connie.

En un pasado fue un lujoso hotel, que con los años fue abandonado. Pero aún conserva una gran piscina, que actualmente, es aprovechada como una forma de sanación donde los niños reciben clases de natación y surf.

“Los niños patinan, nadan, surfean,. Durante el verano tenemos un calendario de días especiales en el que ellos deciden que quieren hacer, por ejemplo el día de la nieve comen nieve todo el día; tenemos el día ridículo en el que todos se tienen que vestir ridículamente. También tenemos juegos de búsquedas del tesoro en todo Playas, con carros que andan por todo el sitio”, cuenta la pareja de retirados, nacidos en Arizona hace 68 años.

Tyler explica que en La Promesa son recibidos niños, por lo regular de la Zona Norte, porque quieren rescatarlos de su vida horrible, el abuso sexual, mental y físico. “Hay algunos que los golpean tanto que pierden capacidad de concentración y su cerebro queda dañado. Pero nosotros los queremos aquí”.

Y es que las madres de los niños, generalmente son mujeres prostituidas que utilizan a sus pequeños para comprar drogas. Muchos de los niños en La Promesa, eran vendidos en fiestas, se los llevan hombres por las noches y los regresaban en la mañana.

500 niños rescatados

El nombre de esta joven tampoco será revelado para preservar su identidad. Pero ésta es su historia: cuando llegó a la casa recién cumplía seis años. Fue rescatada por la pareja cuando su mamá la vendía para prostituirla y se la “prestaba” a su novio en turno para que la violara.

Lo mismo sucedió con su pequeña hermana, un año menor que ella, la cual también era violada por los clientes de su madre, prostituta. Un día su hermanita fue asesinada frente a ella, por uno de los hombres que la violaba sistemáticamente.

‘Estás mal, tú no estás cuidándolos, tenemos una casa hogar donde vamos a darle comida, pueden entrar a la escuela, vamos a comprarle los uniformes de la escuela y vivir allá una vida sana ¿puede venir con nosotros su hijo, el niño? ‘, explica Connie que así lograron convencer a muchísimas mujeres de cederles la custodia de sus hijos.

Desde que La Promesa empezó operaciones, unos 500 niños han sido rescatados. Algunos pequeños llegan y se van rápido, sobre todo los que les remite el gobierno, pero hay otros que han crecido en la casa hogar.

“Pero no todo es tristeza tenemos muchos casos de éxito, una de las niñas que creció con nosotros estudió para ser chef y parte de su entrenamiento lo hizo en España, así que fue por tres meses a estudiar allá y les gustó tanto su trabajo que le dieron un trabajo. Ahora está encargada de una fábrica de chocolates y está comprometida para casarse”, dice Connie emocionada.

Cada martes, jueves y sábado los niños llevan burritos a la Zona Norte, en algunas ocasiones los niños han visto a sus mamás, prostituirse a lo lejos…aunque cada vez guardan menos rencor: han aprendido a sanar en La Promesa.

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