Dan la vida por el ambiente
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MEXICO/Agencia Reforma — La noche del 15 de enero, un estruendo cimbró los bosques de la Sierra Tarahumara. Por lo menos seis balazos ensordecieron a la comunidad de Coloradas de la Virgen, del municipio Guadalupe y Calvo, en Chihuahua, la tierra que defendió y por la cual murió Isidro Baldenegro López, activista galardonado con el Premio Goldman en 2005.
El agricultor y líder dentro de la comunidad indígena es sólo uno de los defensores del medio ambiente que han sido asesinados este año.
En México, Global Witness contabiliza ocho muertes entre enero y julio: dos rarámuris (tarahumaras), dos huicholes (wixárikas) y cuatro purépechas, cifra que se acerca al peor año registrado por la organización no gubernamental, 2012, cuando 10 activistas fueron silenciados.
Aunque el año anterior sólo se contabilizó el asesinato de tres defensores, datos de la organización arrojan que en la última década 52 personas perecieron en territorio mexicano por proteger su causa.
“Los defensores son personas que realizan acciones pacíficas, de manera voluntaria o profesional, para proteger los derechos ambientales o de la tierra”, explica Billy Kyte, jefe de la campaña de defensores de la tierra y medio ambiente de Global Witness.
Madeleine Penman, investigadora para México de Amnistía Internacional, enfatiza que entre todas las clases de defensores de derechos humanos, los que velan por el medio ambiente suelen ser más vulnerables y estar más expuestos a ataques y agresiones.
“Es una de las labores de activismo más peligroso”, recalca.
En 2016, el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) contabilizó 63 casos de ataques a defensores ambientales en todo el País.
Tendencia global
En el mundo, el panorama no es distinto. El año pasado fue el más letal para los defensores ambientalistas y de la tierra a nivel internacional.
Al menos 200 fueron asesinados, cifra más alta en los registros de Global Witness. Durante los primeros cinco meses del 2017, se unieron 98 más a la lista, reporta la ONG.
Kyte advierte que otra tendencia peligrosa es la propagación de este tipo de incidentes. Mientras que en 2015 los decesos se contaron en 15 países, en 2016 se extendieron a 24 naciones.
América Latina se corona como la región más mortífera para quienes luchan por el planeta: 60 por ciento de las muertes ocurrieron en esta zona, rica en recursos naturales.
“Todos los defensores del medio ambiente están vinculados a recursos naturales, como agua o bosques. En muchos casos no tienen sólo las posibles agresiones de alguna autoridad, sino también de empresas o delincuencia organizada”, comenta por su parte Edgar Cortez, investigador del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD).
“Se multiplican los oponentes”, remata.
A decir de Kyte, Latinoamérica encabeza la lista por los altos niveles de corrupción que predominan en la región.
“Las autoridades, quienes deberían vigilar que esto no suceda, son omisas o se coluden con los impulsores de estos proyectos, afectando a comunidades, grupos y pueblos, quienes han conservado y aprovechado estos recursos durante siglos”, añade Cortez.
En opinión de ambos, el medio ambiente representa una fuente de grandes inversiones y oportunidades de negocio, aún si se trata de tala ilícita en los bosques o aprovechamiento de agua para usos industriales.
Otro factor que influye, comentan, es el elevado índice de impunidad que prevalece en los países latinoamericanos.
“Quien pretende agredir a un defensor, sabe que las probabilidades de tener consecuencias son mínimas”, asevera Cortez.
Los lugares donde suceden las agresiones suelen ser zonas rurales e indígenas, indica el investigador del IMDHD, por lo tanto están poco comunicadas y resultan de baja visibilidad.
“Muchos de ellos hacen trabajo muy local y poco conocido. Eso influye para que las probabilidades de ser agredidos sean mayores.
“A Isidro Baldenegro lo asesinaron en una comunidad muy apartada de la Sierra Tarahumara, una región prácticamente controlada por la delincuencia organizada (...), donde la autoridad no tienen presencia suficiente para garantizar la vida y protección de estas personas”, considera.
¿Cómo sobrevivir?
Para dejar un precedente y proteger su causa, Cortez aconseja a los activistas que den a conocer su lucha, digan en contra de quién se enfrentan (si son gobiernos o empresas) y detallen qué intereses afectan con su denuncia.
En tanto, Kyte recuerda que incluso los ambientalistas de alto perfil, como Baldenegro o la hondureña Berta Cáceres, ganadores del Premio Goldman, no están exentos de riesgos. Ambos fueron ejecutados.
“El caso de Cáceres es emblemático porque demuestra el nexo entre gobierno e intereses corporativos. Entre las ocho personas que fueron arrestadas por su asesinato, se encontraron trabajadores de la milicia hondureña y empleados de la compañía que combatía”.
La ciudadanía debería exhortar a las autoridades a garantizar la integridad de los defensores, señala Kyte.
“La seguridad de estas personas es buena para la sociedad, ya que ellos están en la primera línea de batalla para salvar el medio ambiente y de asegurar un desarrollo más sostenible para el mundo”.
Uno de los defensores de los bosques de la Sierra Tarahumara se pregunta qué pasaría si él ya no estuviera.
En medio de los cañones chihuahuenses y desplazado de su comunidad nativa, el luchador rarámuri, quien por seguridad pidió no ser identificado, comparte vía telefónica que su motivo para no abandonar la causa es que teme que nadie más hará su trabajo si él desaparece.
“Ya avanzada la lucha, no podemos dejarla”, indica el activista, quien desde hace tres años forma parte del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación.
Pese a que existe esta herramienta, varias personas prefieren no pedirlo porque desconfían de las autoridades, apunta Cortez.
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